jueves, 4 de diciembre de 2014

El año pasado, la Subdirección de Acción Cultural del ISSSTE lanzó la colección ¿Ya leíste?, dedicada a todos los géneros literarios —narrativa, poesía, dramaturgia y ensayo—, cuyo costo es mínimo: 5 pesos para derechohabientes y 10 para público en general. Son textos breves, dirigidos a todo público, pero sobre todo a los jubilados. La característica más importante de los mismos es que de cada título se hace un tiraje de 20 mil ejemplares. Hasta el momento, la publicación de todas sus series alcanza el millón 600 mil ejemplares. El jueves próximo —a las 18:00 horas, en el Salón de Actos 1 de la Facultad de Filosofía y Letras— se presentarán la séptima y la octava series, dedicadas a la dramaturgia y el ensayo teatral. Los libros a presentarse son: Tres indagaciones dramáticas de Hugo Hiriart, Teatro urbano de Jesús González Dávila, El rey no muerde de Alejandro Licona , Noches islámicas de Héctor Mendoza, Los cuervos están de luto de Hugo Argüelles y, en la serie de ensayo, La vanguardia teatral en México de Armando Partida.

Este último es una indagación en la que el crítico e investigador teatral Armando Partida, da a conocer la forma en que el público mexicano reaccionó ante la vanguardia teatral ubicada entre las décadas de los 50 y 60. Partida centra su investigación en la recepción que tuvo el teatro no aristotélico en México, es decir, aquel que rompía de manera frontal con estructuras convencionales. La respuesta que tuvo el teatro del absurdo y el teatro épico en México –en este estudio que abarca de 1955 a 1966, y se realizó a través de un riguroso trabajo hemerográfico— da constancia no sólo de la fuerza de un movimiento cultural, sino de la incomprensión y, después, de la polémica que causaron tanto en el público como en la crítica la ruptura de formas y la confrontación con nuevas concepciones.

Los directores señalados en este libro, pertenecieron a la vanguardia teatral mexicana, desde Salvador Novo —considerado como el primero en presentar una obra del teatro del absurdo, Esperando a Godot de Beckett, la cual se representó en el Teatro de la Capilla en 1957—, hasta las puestas en escena realizadas por Ignacio Retes, Héctor Mendoza, Héctor Azar, José Luis Ibáñez, Juan José Gurrola y Alejandro Jodorowsky, entre otros.

“Partí de las cartas que Novo escribió, las cuales fueron publicadas en el libro que cubre el periodo presidencial de Ruiz Cortines. En ellas habla del proceso por el cual descubrió la obra y la manera en que le interesó el trabajo de Beckett. A penas hacía dos años que el dramaturgo había inaugurado el Teatro de la Capilla. Era una obra pequeña de cuatro personajes y sin mayores requerimientos de producción. Novo descubrió que se enfrentaba ante otra dramaturgia, y se adentró en lo que esto implicaba. En realidad, el concepto de teatro del absurdo se acuñó hasta 1961 —cuando se publica el primer libro consagrado a él—, pero Novo comprendía intuitivamente que tenía en sus manos un material completamente diferente. Así, antes del estreno, Novo temía la reacción, e hizo una reflexión entorno a sus propios temores, para terminar concluyendo que el público casi huía de las funciones”, dice Armando Partida.

De la misma manera, el investigador evidencia la respuesta del público ante las puestas en escena de Poesía en Voz Alta –movimiento que aglutinó a diversos creadores, entre ellos, Mendoza, Arreola y Gurrola—, la Compañía de Teatro Universitario y Teatro en Coapa, entre otros. Partida señala: “Sin duda resultaban contradictorias tanto las críticas como las crónicas de ese tiempo. Al parecer, los críticos no entendían del todo lo que estaban viendo, ni el fenómeno del cual estaban participando”.

Otra vertiente importante fue la presencia del teatro brechtiano y la discusión sobre el distanciamiento, la célebre técnica que acuñó el director de escena alemán: “Los argumentos que los directores presentan suelen ser curiosos, como el de Ignacio Retes quien, cuando estrena una obra de Brecht, afirma que el distanciamiento no corresponde al temperamento mexicano, y que por esa razón quita a su versión el carácter épico. Como resultado, la crítica de Luis Reyes de la Maza fue demoledora. He tratado de señalar contradicciones y aportaciones a partir de la investigación hemerográfica, para dar seguimiento a todo este proceso de transformación”, abunda Partida.

Ante la presencia de directores que transformaban tanto la perspectiva de la puesta en escena, como la forma de concebir el teatro, se sumaban autores, como Celestino Gorostiza, Luisa Josefina Hernández, Sergio Magaña y Emilio Carballido.

“Tanto el teatro del absurdo como el teatro épico renovaron completamente la puesta en escena mexicana. Cambiaron la visión desde el trabajo con los personajes, hasta la escenografía, y la forma de relatar. La línea conductora de La vanguardia teatral en México fue la recepción del teatro no aristotélico en México, pues su presencia dio origen sobre todo a principios de los años 60, a una dramaturgia completamente diferente en el teatro mexicano”, concluye el investigador


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